miércoles, 14 de noviembre de 2012

El poder de la clase obrera

"Hay que formar conciencia de clase. Los organizadores saben bien que en su mayor parte los obreros no tienen sino un espíritu de corporación o de gremio. Este espíritu debe ser ensanchado y educado hasta que se convierta en espíritu de clase" - J.C. Mariátegui

Yo vengo de un país de lucha generacional, dónde a pesar de las muchas diferencias que tengamos unos entre otros nos unimos a la hora de luchar… En Uruguay vemos (en general) la huelga como medida de protesta y de derecho a protestar… cómo lo único que tienen aquéllos a los que solo les queda la voz para alzarse en contra de los que se lo han quitado todo..

Los uruguayos tenemos desde 1911 el derecho a trabajar 8 horas diarias (aunque en la práctica poco se cumple) y el derecho a sentarnos en el lugar de trabajo, por una Ley - aún vigente - que pocos conocen y que se llama la Ley de la Silla.

Todo esto conseguido por una legislación laboral que tuvo como precedente la lucha obrera, y por un presidente que escuchó y apoyó mediante el derecho de huelga a los obreros. Un presidente que hizo historia en el país, un presidente que asustó a la clase conservadora y sorprendió a todos con la estatización de las empresas públicas, la separación de la Iglesia del Estado y el divorcio por sola voluntad de la mujer en 1913, entre otras reformas sociales.

Un presidente que provenía de la llamada generación de intelectuales del 900, conformada en su mayoría por inmigrantes europeos, franceses, italianos y españoles. Republicanos, garibaldinos, socialistas y anarquistas, nos legaron sus ideas, su formación, su cultura y su afán de lucha por cambiar lo que no está bien. Su ideología se trasmitió a los autóctonos uruguayos y contagió con palabras y hechos la importancia de una unión sindical fuerte para lograr los objetivos esperados. Una unión sindical inexistente aquí, que junto a la debilidad y poco afán de lucha que caracteriza a los sindicatos españoles, se trasmite a la ciudadanía.

Los españoles (en general) no comparten la huelga y no es porque no compartan los motivos, que los hay y muchos para la huelga de hoy, no comparten la huelga porque no ven en la medida una forma eficaz de cambiar el panorama. Porque esta generación no ha sido "educada en términos sindicales" y porque no se puede pretender que todos estén unidos en una lucha común, si los encargados de "enseñar" no predican con el ejemplo…

Unos sindicatos débiles y separados entre sí, que parecen no estar convencidos ellos mismos de que la huelga sea el camino adecuado de protesta, nunca logrará que la gente lo acompañe masivamente y "corra la voz" de que esta medida quizás no sea la mejor, pero es la única que tenemos los de a pie, los que gritamos para que nos oigan y que si no nos oyen gritamos otra vez.