viernes, 7 de junio de 2013

La vida de los otros

La familia de mi amiga es visiblemente rica. La riqueza se puede ver a través de la gran casa de tres plantas, con enorme piscina del barrio residencial en el que se encuentra. La panorámica de la misma es negada a los demás por un alto muro y un pesado portón de hierro ciego con solo una hendija para dejar la correspondencia. Día y noche la casa es custodiada por un guardia privado que se pasea con lento andar entre las simétricas calles rodeada de altas verjas y similares muros, construidos con el fin de ocultar la opulencia y evitar a los otros las ganas de vivir en ellas.

Mi familia en cambio es muy pobre. Y la pobreza también es visible a través de la casa en la que viven y que no ocultan a nadie, porque en ella hay muy pocos otros que quisieran vivir. En invierno el frío se cuela por todas partes. El agua entra sin permiso por la infinidad de hendijas de sus viejas ventanas y la humedad se desliza por sus decrépitas paredes. En verano el calor es insoportable dentro de la casa, por eso en las noches mi padre prefiere dormir bajo el cielo en el “hotel mil estrellas” de la inmensidad del campo en la que se encuentra.